En el Barranc de la Boella se encuentran los vestigios de uno de los primeros pasos de la humanidad en la Península Ibérica, un lugar que nos transporta a hace un millón de años, cuando éramos simplemente una especie más, con un impacto mínimo en el entorno que nos rodeaba.

Por aquel entonces, el río Francolí recorría un paisaje de sabana, con un clima más cálido que el actual. Pequeñas zonas arboladas ofrecían algo de sombra en este terreno seco. El río no solo atraía a los primeros humanos, sino también a una variada fauna: mamuts, hipopótamos, rinocerontes, gamos, jaguares, hienas gigantes y macacos, compañeros de un ecosistema que hace mucho tiempo dejó de existir en la región.

Los grupos humanos deambulaban por este paisaje en pequeñas bandas, recolectando frutos, bayas, raíces y otras plantas comestibles. Encontrar un mamut muerto, como se representa en la escena del diorama, debió de ser un evento extraordinario. Ante una oportunidad así, nuestros antepasados buscaban piedras de sílex en el río cercano, las tallaban con destreza y comenzaban a descarnar el mamut con estas herramientas, como lo evidencian las marcas de corte en las costillas del animal y los restos de tallas líticas documentados en el yacimiento.

Este momento nos muestra la capacidad de adaptación y supervivencia de estos primeros humanos, quienes empezaban a dejar su huella, aunque pequeña, en el paisaje que los rodeaba.

Más fotos del diorama

Fotos de Jake Verano Gómez (@jakeskrik)